viernes, 7 de septiembre de 2007

Dos poemas sin nombre

I

El papel es dueño de la palabra
así como la noche impone su erótica
cintura al mar.
Descreído pasajero,
tumbo mis párpados hacia la claridad de mis arrugas
y ni un solo lamento reconocen los números
las ciudades
los ecos repetidos
esos que insisten en vestirme de hombre ante el otoño
como si yo fuera un rastro más
una sola piedra repetida.

Vana es la opulencia del verbo
cuando el poema resiste tantas soledades
tantos calendarios insomnes
tantos muertos que ya no son
que ya fueron.

Rara señal, esta costumbre de abrir los ojos
esta ambarina turgencia de las horas
golpeándome el cuerpo
haciendo de nosotros un raído acorde de guitarras
en donde cae el desamparo de los días
tristemente huérfano
como una foto muerta.

Cabe la pregunta entonces
Cabe la vida
al borde del silencio.


II


Todos los poemas se parecen
como si tuvieran un racimo de uva en las pestañas
o una artritis sudorosa
en medio de dos vidas paralelas.
Y es terrible que los poemas se parezcan
que no tengan otra identidad, alguna otra máscara
algún otro desvelo
o un solo naufragio de miradas siquiera
para negarse el uno con el otro
hasta decir basta
hasta aquí mi contorno de medusa
mi escasa levedad
mis insomnios

y si se parecen ha de ser por algo
-juro que no tengo la respuesta-
sólo escucho débiles sonidos de corales
o a veces
es un rumor umbilical que los delata
como si una palabra desnuda
intentara derribar los lamentos,
piedras minúsculas que sólo sirven para laberintos
ajenos a mí -o a todos-
desde siempre.

Padre, todos los poemas se parecen...
¿qué debo hacer con mis uñas entonces?



De "Tijeras en el viento" ( Antología poética, Yaguarón Ediciones, 1994)

1 comentario:

Gustavo Tisocco dijo...

simplemente excelentes Piero, para qué decir más?

Un abrazo Gus.